
Las agujas del reloj vuelven mi consciencia al trabajo, a los pendientes, a todo lo que me falta por hacer, la preocupación, la ansiedad y de nuevo la aflicción vuelven a mi.
Por fin he terminado, por hoy, estoy listo para volver, para descansar,
para llegar a ese calor del que tanto me costo desprenderme esta mañana, Claro, lo sé, no será tan fácil lograrlo, pues el camino se hará largo, como todos los días, y si, llegaré aún más cansado, reflexionaré en el camino lo que he hecho, lo que he dejado de hacer, porqué lo hago, porqué no lo dejo, y me encontraré de nuevo triste, frustrado, cansado.
El tiempo ha pasado, según me indica mi reloj, el tiempo ha pasado y no me he encontrado, el tiempo ha pasado y he llegado a ese dulce y caluroso hogar.
Lamento entrar cansado pero ha sido un día duro, como todos, al cruzar la puerta principal, me encuentro de nuevo con la realidad, ese hogar caluroso al que todo el día ansié llegar, no existe, he entrado en esa casa, donde habito, por las noches.
Me cuesta admitirlo, me cuesta admitírmelo a mi mismo, dentro de mi hay una pequeña esperanza de que esta noche cambies, que cambie yo, que cambies tu, que cambiemos juntos, me cuesta admitirlo pues tengo miedo de frustrarme, una vez más.
Entro despacio, callado, con cierta esperanza aún cuando todo parece igual, saludo, si te encuentro; con una sonrisa a poco notar sigo mi camino, cierro la puerta del cuarto, y me doy cuenta que ese calor que tanto añoré durante el día; es únicamente, la luz de mi bombilla.